Según la NAGC (National Association for Gifted Children, EEUU) las personas con altas capacidades son aquellas que demuestran una competencia o rendimiento que les sitúe en el 10% superior respecto al grupo normativo en uno o más dominios. En España, según comunidad, según ciudad y según CEIP e IES puede que sí puede que no. Entonces, vamos a considerar esta definición como alta capacidad, que posiblemente sea una definición generosa si lo comparamos con los corsés diagnósticos que imponen las distintas comunidades y queremos hacer una intervención de enriquecimiento ¿Qué hacemos con un alumno con muchas ganas de aprender y que su perfil aptitudinal lo sitúa en un 15% superior respecto al grupo normativo? ¿Lo arrinconamos? ¿Nos olvidamos de él?
Esta discusión de que si este niño es o no es me parece muchas veces una discusión muy cansina, porque independiente de si cumple o no criterios de alta capacidad, lo cierto es que los centros educativos deberían tener como objetivo actualizar al máximo la potencialidad de aprendizaje del alumnado y estirarlo al máximo, buscando constantemente la forma de retarlo para que se superen. Me parece una discusión triste y tóxica cuando se utiliza una etiqueta como excusa para tomar la decisión de enriquecer o no el aprendizaje. Independientemente de si se cumplen los criterios de alta capacidad según el tribunal local, el alumno debería moverse en un entorno que le permitiera sacar lo mejor de él mismo, independientemente de si tiene o no un informe o etiqueta. Esto no quiere decir que no hagan falta pasar ningún tipo de pruebas para perfilar al alumno o tener informes, al contrario. Para conocer bien al alumnado y su zona de desarrollo próximo, las pruebas y los informes son cruciales para
conocer el mapa cognitivo, aptitudinal, motivacional, social y emocional
del alumnado y saber qué ventajas, fortalezas, debilidades, intereses y
motivaciones definen a cada uno y, por lo tanto, considerarlas a la hora
de planificar nuestras actuaciones dentro del aula. Así que sí, hay que pasar pruebas a "todos" y cada cierto tiempo para desarrollar un protocolo de detección de sensibilidades para ajustar adecuadamente las propuestas didácticas. Y sí, también hay que tener informes, pero no para dejarse en el cajón sino para utilizarlos como base para la elaboración de programas interventivos.
Me parece más apropiado ponerle etiquetas a los servicios a desarrollar que a los alumnos. Y en vez de discutir si este es o no es, lo que hay que hacer es crear programas o servicios que consideren los distintos ritmos de aprendizaje. Y sí, hay que detectar perfiles para poder ofrecerles servicios que se ajusten a sus particularidades. Es evidente que algunos programas o servicios requerirán ciertas condiciones que pueden limitar el acceso a algunos alumnos. Si en un centro se va a realizar un programa de enriquecimiento de pocas sesiones para aprender a manejar el motor de UNITY para hacer un videojuego y el programa Pyxel EDIT para hacer los gráficos del videojuego y la única forma de obtener tiempo es aprovecharse del espacio liberado por la condensación curricular, necesitaremos alumnos cuyas ventajas permitan quedarse liberados de contenido curricular que ya dominan y cuyas competencias se alineen con las exigencias del programa de enriquecimiento. Pero también se puede hacer un programa de enriquecimiento para aprender a obtener la idea principal para aquellos alumnos con perfiles aptitudinales más bajos, etc.
Creo que todos los centros deberían ir más allá del protocolo de detección de potencialidades de aprendizajes (aunque es lo primero que hay que tener) y crear programas sistémicos y sistemáticos que consideren a todos los alumnos. Y permita así, crecer y desarrollar el talento de todo el centro. Este programa debería, a mi entender, considerar al menos 4 objetivos directivos de la intervención:
1.- Posibilitar que el alumnado pueda expresar su potencial.
2.- Permitir al alumnado profundizar e ir más allá.
3.- Facilitarle el descubrimiento de otros territorios "fantásticos" donde poder profundizar.
4.- Dotarle de herramientas que le permitan superarse y avanzar.
El programa interventivo debería nutrirse de la teoría de la mentalidad de crecimiento de Dweck, el modelo de enriquecimiento de Renzulli para toda la escuela y considerar los campos que la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner propuso, añadiendo otros como la creatividad y la metacognición.
La forma de introducir este programa debe contar con un grupo impulsor o comisión de expertos que permita presentar y formar al profesorado en las distintas herramientas que serán esenciales para generar la infraestructura o logística didáctica que permita instaurar un programa efectivo.
Ando, como ya os comenté hace tiempo, adaptando el programa 138 a la realidad educativa, dándole las vueltas necesarias para que cobre vida, crezca y se instaure y normalice institucionalmente: Una gozada.
Si algún centro le gustaría desarrollarla en su centro, puede contactar conmigo. Recuerde que esto exige formación, intención, dedicación y autoregulación a partir de evaluación y autocrítica.
info@aventurasdeaprendizaje.es
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